Continuo Discontinuo

La Autoidentidad de cosas que mutuamente se oponen está nuestro cuerpo

Por Alejandro Sordo

Belinda Garen toca el tema del autorretrato de una forma muy peculiar: utilizando el concepto del reflejo del ser mismo en la otredad. La modelo que ha utilizado la artista en su obra fotográfica, se transfigura en la imagen de Belinda. Así, utilizando una estética pictórica, la artista dirige a la modelo para que, por un momento, deje de ser ella misma y refleje a quién realiza la actividad de captar los fragmentos de tiempo superpuestos en los que se crea la fotografía.

”El ojo busca una sola imagen y lo que encuentra es indecible.”

Las imágenes son compuestas por dos momentos, una fotografía encima de la otra, separadas en el tiempo por 30 segundos. La obra nos permite explorar los pequeños cambios que suceden a cada momento en el gesto del rostro humano y en su percepción. A cada segundo la intensidad de la fuerza en la mirada y la posición del rostro cambian y la sensación percibida es múltiple. El ojo busca una sola imagen y lo que encuentra es indecible: la obra exige una contemplación rigurosa para entender que la imagen es una sola.

En esta serie de fotografías la duplicación de las imágenes conlleva la saturación del color y de las formas.

El efecto es una sensación de vibración que deshace el rostro, y una sensación de licuefacción de la figura humana que se presenta indiscernible con el fondo negro con función espacializante. Esta combinación permite una contemplación háptica, es decir que, con la mirada se puede tocar la imagen, sentir su efecto colorante y su resonancia en el espectador.

El retrato duplicado y superpuesto permite observar el rostro energético a través de la sensación colorante que implica la deformación de la figura al fusionarse las imágenes. Hace tiempo los monjes budistas llegaron a la conclusión de que el Ser es energía y que la materia está en constante cambio: segundo a segundo nuestras moléculas cambian. La superposición de las imágenes en la obra de Belinda Garen resalta esta cualidad y abre un espacio de reflexión sobre la naturaleza de nuestro ser corporal y energético. Continuo-discontinuo devela una realidad innegable: somos un constante flujo energético de partículas que cambian segundo a segundo.